"Año de la Inversión para el Desarrollo Rural y la Seguridad Alimentaria"
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sábado, 1 de junio de 2013

¿Sufrían Einstein y Newton el síndrome de Asperger?



Expertos consideran que los dos físicos más famosos de la historia padecían síndrome de Asperger, un trastorno del espectro autista descubierto en 1944 por el médico austriaco Hans Asperger. La coincidencia no resulta extraña si tenemos en cuenta que Hans escribió: ?[...] las personas autistas, a pesar de ser intelectualmente intactas, consiguen siempre el éxito profesional, normalmente en profesionales altamente especializadas, preferiblemente de contenido abstracto. Hemos visto un gran número de personas cuya habilidad matemática determina sus profesiones: tecnóllogos, matemáticos, químicos industriales... Una buena actitud profesional es ser firme y resuelto y estar decidido a abandonar toda una serie de intereses.?


En el caso de Albert Einstein, Simon Baron-Cohen, experto en autismo de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), asegura que la tríada formada por la ausencia de relaciones sociales, dificultades para la comunicación y un comportamiento rutinario y obsesivo durante su desarrollo, llevan a la conclusión de que padecía síndrome de Asperger. Y a sus argumentos se suma que su hijo Hans Albert Einstein decía de él: "De niño se portada muy bien. Era tímido, solitario y ya en su infancia parecía vivir aislado del mundo." Según Baron-Cohen, todo esto no es incompatible con "la pasión, el enamoramiento y el sentido de la justicia" de los que Einstein hizo gala.


En cuanto a Isaac Newton, un estudioso de este genio escribió sobre él que ?siempre estaba estudiando, raramente recibía visitas o visitaba a alguien... No tenía ningún pasatiempo, tampoco le gusta salir a pasear ni hacer ejercicio, para él todo lo que no fuera estudiar suponía una pérdida de tiempo.?

Fuente: .muyinteresante.es

Marketing: El branding - Javier Paredes Morillo


martes, 7 de mayo de 2013


¿Cuántos ganan los reporteros en América Latina y el Caribe? Esta pregunta ha sido una constante en los comentarios de la web, Facebook y Twitter.
El 38.4% gana menos de 500 dólares al mes. Y el 37.8% menos de 1,000 dólares. El 23.8% tiene una mejor suerte, pues recibe entre 1,500 y hasta más de 3,000 dólares.
Los editores no la pasan mejor. El 52.7% gana menos de 1,500 dólares al mes. Apenas el 1.7% recibe menos de 5,000 dólares. Y un reducido 0.9% más de 5,000 dólares.
El último año, un 30% recibió un aumento de sueldo. El 29.6% hace seis meses. El 3% de encuestados no recibe un incremento salarial desde hace 10 años.
En el documento pueden visualizar el panorama en cada país, así tenemos, por ejemplo, que en Guatemala el 50% recibió un aumento hace tres años. Hemos tomado el porcentaje más alto para el gráfico.
En esta encuesta participaron 463 periodistas. Es preciso indicar que de Brasil, Bolivia, Cuba, Honduras y Guatemala, la participación fue bastante pequeña (menos de 5 colegas por cada país).
Finalmente, adjuntamos algunos de los testimonios que recogimos en este estudio. Debemos indicar que el 90% de participantes trabaja en una redacción.

lunes, 29 de abril de 2013

El DIRCOM del futuro



Por: Miguel Ugaz


Nos pasamos la vida creando historias. Historias para los medios de comunicación, para nuestros canales sociales, para nuestras piezas publicitarias, para nuestro público interno. Historias que buscan influir, emocionar, vender una idea o un concepto, y posicionarnos. 

Sin embargo, muy pocas veces nos hemos puesto a pensar en la historia de nuestra propia profesión. Lo cierto es que es (casi) imposible que alguien haya llevado una memoria de la comunicación corporativa. Esta hija de la necesidad, nacida a trompicones, es una disciplina que de a pocos va generando un marco teórico propio que, en un futuro próximo, nos debería permitir establecer preceptos básicos como códigos de ética, manuales de buenas prácticas, estándares de medición, etc. (Permítanme soñar). 

No obstante, sí existen algunas referencias, como este video que resume la evolución de las relaciones públicas --un término que, dicho sea de paso, no me gusta nada.